viernes, 27 de julio de 2007

Barcelona: Alabemos a los ciudadanos enfadados



Le comento a mi esposa que en España, durante el tiempo que he vivido he notado el poco cuestionamiento que hacen los españoles a la autoridad tras casos como los siguientes:

En 2006 los trabajadores de Iberia invadieron las pistas del aeropuerto de Barcelona y ningún medio cuestionó a las autoridades de la empresa sobre el particular, o al menos, no con el mismo énfasis con el que persiguen a la gente los programas del "corazón".

Hoy encontré este artículo en El País, que sintetiza mi sentir.

Alabemos a los ciudadanos enfadados. 27-Julio-2007
Con este título, Soledad Gallego Díaz publica hoy en el diario un artículo a propósito del apagón de Barcelona. He aquí algunas de sus reflexiones:
Alabemos a los ciudadanos que se enfadan por los motivos correctos, con las personas indicadas, de la manera apropiada y en el momento exacto. Lo dice Aristóteles, así que alabemos a los barceloneses, sometidos no sólo a un apagón eléctrico sino también a un vergonzoso diluvio de declaraciones, intencionadamente confusas o aprovechadas, de responsables empresariales. En estos lamentables días, los únicos que están manteniendo la seriedad son los vecinos de la ciudad, que han dado ejemplo de dignidad, solidaridad y paciencia.
Lo increíble de esta historia no es que se haya producido un apagón, sino que las empresas responsables del suministro eléctrico de una ciudad como Barcelona hayan sido incapaces de solucionar el problema en menos de tres días y, peor aún, que al cabo de esos tres días la ciudad se siga abasteciendo, en parte, con 134 generadores (como un territorio en guerra) y que se anuncie una "situación precaria" para nada menos que los próximos cuatro meses.
No se trata de que el Estado haya invertido más o menos en Cataluña, aunque seguramente los catalanes tienen razón y, en los últimos diez años (que no antes) sí existe un déficit de inversión estatal. De lo que se trata aquí es de la inversión que debían haber hecho empresas concretas, con responsables concretos, que nos cobran a los ciudadanos, a todos, catalanes y no catalanes, unas tarifas determinadas, mes a mes, a cambio de unos servicios.
En lo que sí existe culpa de la Generalitat y del Gobierno de la nación, y muy grande, es en no haber vigilado que esas empresas cumplieran con sus obligaciones. Es curioso que a la hora de reprochar a la Administración central una pretendida falta de voluntad política, Esquerra Republicana se haya visto obligada a dar cuenta de la eventual inquina de cuatro catalanes: el ex ministro José Montilla, el actual titular de Industria, Joan Clos, el secretario general de Energía, Ignasi Nieto, y la presidenta de la CNE, Maite Costa. Difícil creer que tuvieran la voluntad de perjudicar expresamente a Cataluña. A la hora de la verdad, el problema no es que en Barcelona vivan catalanes. El problema es que son ciudadanos y consumidores y que ellos, como los usuarios del resto del país, están muy poco defendidos en España.

No hay comentarios: